domingo, 9 de mayo de 2010

XV Aniversario de la Recopa



España entera vibro con la victoria del Zaragoza en París
A finales de la temporada 1990-91, con un Real Zaragoza flirteando con el descenso, un joven entrenador llamado Víctor Fernández que hasta entonces entrenaba al filial toma las riendas del primer equipo. Durante esa temporada consigue evitar el descenso, y a partir de ahí empieza a formar un gran equipo, apostando por una filosofía de juego de ataque que encandila a la afición.

Los resultados no tardaron en llegar, alcanzando en la temporada 1992-93 la final de la Copa del Rey, que perdió por 2-0 contra el Real Madrid en Valencia. La temporada siguiente, además de conseguir un tercer puesto en la Liga, el Zaragoza volvió a alcanzar la final de la Copa del Rey, en la que se enfrentó al Celta de Vigo y consiguió la victoria en la tanda de penalties.

La victoria en la Copa del Rey dió al Zaragoza el derecho a competir en la hoy desaparecida Recopa, en la que el equipo maño batió sucesivamente a Gloria Bistrita, Tatran Presov, Feyenoord y Chelsea, para enfrentarse en la final al Arsenal, vigente campeón del torneo, el 10 de mayo de 1995 en París.

El partido fue muy igualado, y el gol del argentino Esnaider en la segunda parte fue igualado por los ingleses a los pocos minutos, lo que llevó el partido a la prórroga. Cuanto todo parecía conducir a la lotería de los penalties, en el último minuto de la prórroga el zaragocista Nayim se inventó una increíble vaselina desde casi el medio campo frente a la que el portero Seaman no pudo hacer nada, otorgando al Zaragoza su primera y única Recopa de Europa.


Texto del blog Réquiem por una estrella perdida
martes, mayo 10, 2005
Vaya si ardió París!!!!!!
Corría el año 1995. Era un miércoles, 10 de mayo. La ilusión de toda una ciudad estaba a caballo entre París, donde se encontraban los afortunados que habían conseguido una entrada, y Zaragoza, donde aguardábamos con impaciencia los que no pudimos disfrutar de ese viaje.
Lo recuerdo como su fuera ayer. Ese día no tenía entrenamiento, así que a las 6 de la tarde ya estaba en mi casa. Los nervios me iban consumiendo a medida que se acercaba la hora. Escuchaba en la radio como se emocionaban con la cantidad de blanquillos que habían acudido a la capital del Sena, con sus gritos de aliento a los jugadores cuando únicamente salieron a reconocer el estado del terreno de juego.

Algo en mi interior me decía que estaba ante un momento único, que marcaría el resto de mi vida. Como había hecho el año anterior con la final del Calderón, preparé el vídeo para guardar para siempre ese momento histórico. También situé una vela ante una imagen de la virgen del Pilar, que tanta suerte me había dado estando mi equipo de por medio.

Recuerdo que instantes antes de que el colegiado italiano pitara el comienzo, me asomé a la ventana. Ni un alma se veía por las todavía soleadas calles zaragozanas. Ni siquiera mi madre, muy oportunista casi siempre, osó proponer que cenáramos a la hora habitual, que era y sigue siendo las 9 de la noche. Aunque no lo creáis eso significó mucho. No para mi en particular, sino para cualquier habitante de la ciudad: se notaba algo en el ambiente, gente de todas las edades, futboleros y no futboleros como mi madre estábamos en vilo y pendientes de aquel partido. Nos sabíamos la alineación al dedillo: Cedrún, Belsué, Aguado, Cáceres, Solana, Aragón, Poyet, Nayim, Pardeza, Higuera y Esnaider.


Así pues, en el salón de mi casa, mi padre, mi madre y yo delante del televisor. Comenzó el partido, algunos nervios por parte de unos jugadores que tan buen fútbol nos hacían ver cada partido, pero poco a poco fuimos quitándonos la presión y comenzamos a jugar a lo nuestro: juego preciosista a la par que efectivo. Las ocasiones no eran demasiado claras, pero fuimos poco a poco haciéndonos dueños del partido.

En el descanso, esta vez si, aprovechamos para cenar. Eso si, una cena rápida, haciendo zapping por las distintas emisoras tanto nacionales como locales para contrastar opiniones acerca de lo que se estaba viendo en el terreno de juego.

La segunda parte comienza. Siempre me acodaré de la cabeza de Alberto Belsué, salvando en la línea de gol un tiro inglés. Y entonces llegó él. Juan Eduardo, un jugador tan querido como odiado, de esos que nunca te deja indiferente. Que golazo. Lástima que no sea tan recordado, pero fue de una belleza increíble.

Aún no nos habíamos repuesto de subidón de adrenalina ocasionado por el gol cuando llegó el jarro de agua fría en forma de gol londinense. Nada que ver con el gol de Esnaider, fue una jugada trastabillada, pero a fin de cuentas el gol valió lo mismo.

Final del partido. Comienzo de la prórroga. En eso éramos expertos, ya que el año anterior también tuvimos que llegar a los penaltis contra el Celta en Madrid. Casi marca Aguado, pero la fortuna se alió con Seaman, aunque él no se imaginaba que sería por tan poco tiempo…

Conforme se acercaba el final de la segunda parte de la prórroga el miedo empezó a apoderarse de todos los zaragocistas, como he comentado con algunos, ya que el Arsenal eliminó a la Sampdoria en la tanda de penaltis.

Quedaba justo un minuto y la afición zaragocista que estaba en el Parque de los Principes debió augurar algo, ya que empezó a animar como nunca, con un bufandeo y al grito de Alé Zaragoza Alé. Es una de las imágenes más bonitas que conservo de ningún partido de fútbol. Dos aficiones como la nuestra y la del Arsenal alentando a su equipo, empujándoles a hacer un último esfuerzo.

Y entonces llegó él. Si soy sincera, tengo una laguna mental desde el momento en que el balón salió de su bota. No recuerdo nada, sólo recuerdo estar dando saltos de alegría en mi casa con mis padres. Pero no es que el tiempo haya hecho mella en mi memoria, no. Lo viví así realmente. Siempre recordaré las palabras de De la Casa narrando el gol: Y Nayim lo que ha intentado es batir a Seaman, gooooooolllll gol de Nayim, gol de Nayim, el Zaragoza campeón de la recopa de Europa. Así como su explicación de la importancia de dicho gol, que la repitió cuatro o cinco veces. Tres segundos duró ese tiro. Los ingleses, incrédulos, se preguntaban qué era eso. Eso era una recopa para el Real Zaragoza. Al fondo se oía el speaker de La Romareda: Gol conseguido por Mohamed Alí Amar, Nayim!!!

Ahí estaba Víctor abranzando a un Pardeza con las manos en la cabeza, como si no se lo creyera. Poyet llorando como un niño, Cáceres subido al larguero. Belsué con la bandera de Aragón al cuello. Y el presi, el presidente más humano que he conocido, Don Alfonso, bajando al césped a celebrar con sus “chicos” esta victoria.

Las silenciosas calles de Zaragoza se convirtieron en ese momento en un estruendo de pitos y cánticos. La gente en las ventanas celebrando este título. La Plaza de España con 100.000 personas masificada. Cánticos y más cánticos, lágrimas y sonrisas por igual. El We’re the champions sonaba con fuerza.

Ni siquiera pude dormir esa noche pensando en ir al día siguiente a la Plaza del Pilar. Toda Zaragoza vivía el equipo con una intensidad inusual. Desde los más pequeños hasta los más mayores, las amas de casa, las ancianas del parque…

Todo esto para decir que hoy hace diez años. Diez años desde aquel día en que fuimos los mejores.

Permitidme emocionarme

8 comentarios:

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Gilda